#22

 Te echo de menos de una forma primitiva, animal

como si me faltara la última respiración, la diástole de mi corazón, la conexión a mis neuronas.

Hoy te echo de menos más que ayer y ojalá verte mañana.


Despertarme, rodeada de tus brazos, 

mi respiración en tu cuello y nuestro pelo enredado, 

es algo que  jamás quiero olvidar.


Porque darte el beso de buenas noches, 

esperarte a que ocupes tu lugar a mi lado

y que me abraces al llegar, calentar mi piel y no tener frío.


Porque quiero pasar contigo 

todos los inviernos que seamos capaces de soportar,

tanto como dure nuestro amor ‘’perfecto’’.



Porque quiero ser la primera cuando pienses en tu libertad, 

cuando estés desnortado y no sepas a dónde acudir, 

seré esa brújula que te guíe a nuestra casita de las montañas, 

la que siempre mira al sol y sale por encima de las nubes 

cuando queremos volar.



Estoy en lo que suelen llamar casa, 

por tener un techo y cuatro paredes

y no te he notado alrededor mío, 

moviéndote por la habitación como si caminaras por el aire. 

No he notado como me sonreías después del beso.

Se me ha ido la calidez del cuerpo y tengo más frío que cuando estábamos tirados en la nieve.


Te echo de menos tan brutalmente que creo que puedo extender mis brazos hasta tu casa 

y mis pestañas hasta tus pómulos. 

Darte un último besito en la mejilla y volver. 

Con más vida de la que tengo ahora.


Cuento las horas para poder volver a encender la hoguera, 

acurrucarnos en el sofá 

y que nuestros latidos vuelvan a ir a la par.

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