#19
Fui a la estación, tan solo para ver como las parejas se despedían, necesitaba constatar que el amor existe de verdad o que al menos en esos momentos sí que es lo más parecido al amor verdadero, pero en el final de sus momentos, porque cuando te despides, es como una montaña rusa: vas viendo el final, el punto más álgido y que luego sabes que irá cuesta abajo sin poder remediarlo.
Os besáis, durante unos largos minutos, os decís al oído cosas preciosas como que sois el amor más bonito de todo Valencia, que nadie tiene el record de besos en el cuerpo
y las noches en vela,
luego lloráis y os volvéis a abrazar
y a besar
y abrazar,
(como esos bucles en las montañas rusas)
Y entonces uno de los dos se dirige hacia su andén,
sin mirar atrás,
y la otra persona se queda desnuda, con frío,
desangrándose por el pecho.
Se gira justo cuando va a subir a su vagón
y ve como se aleja,
con la cabeza gacha y las manos cogiéndose el pecho.
Es cuando sabéis que la montaña está por acabar,
va a descender ya
no os habéis dado cuenta, pero este amor empezó a morir también en cuanto sus manos ya no sintieron el calor del otro.
Y se separan
y ya no hay vuelta atrás.
Camino sin retorno.
Querrán repetir, querrán volver a montarse,
pero ya conocen el final y es demasiado agónico como para tener unos momentos de euforia.
Y sin darse cuenta, así es como se matan los enamorados y el romanticismo.
Pero no todas las despedidas fueron tan trágicas,
algunas son temporales que se dicen: hoy te preparo yo la cena.
Y con esa promesa se alejan con la tranquilidad que al llegar a casa, estarán juntos de nuevo.
Soportando el frío del invierno mucho mejor.
Y es que no todos los finales son tristes,
pero no creo que haya ninguna despedida alegre
y por eso las odio tanto.
y odio a las parejas con despedidas temporales, con su tristeza ínfima
Porque tú mismo, nunca sabrás si se va o si tú misma, vas a volver.
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