#18


Me miraba siempre con cara de perspectiva, de saberse dominarme- de saberse hombre y superior en experiencia.

me tenía comiendo de la palma de su mano, como muchos tantos otros, 

me sabía pajarita de nido, 

que empezaba cambiar de plumaje.


Siempre he sido una enamoradiza o lo que yo creía que era amor. 

Que aprovechaba cada segundo, aunque detestase lo que pasara, aunque me aburriese terriblemente; pero al salir a la noche, solo deseaba que me volviese a llamar para poder volver a ir; porque claro, si hablaba de más o realmente quería simplemente mantener una conversación, no encontraba con quien hacerlo. 


Te dice palabras al oído que tu desgranas y desgarras; que te hacen supurar por dentro y rezas a quien coño sea para que sean ciertas, para que no te haga daño con dagas.

 Pero meses después, cuando ya te ha vuelto a dejar papilla en el suelo, cuando ya se ha cansado de ti y los beneficios que puedas aportarle es cuando te planteas que quizá deberías enviar su foto a los periódicos porque ha desaparecido, ya no te contesta y no sabes nada de él.


Me imaginaba, esa vida que podrías aportarme, ese futuro del que muchas veces hablabas en condicional y sin pretensiones, ese que era tan incierto que incluso yo me llegué a plantear que existiese para ninguno de los dos. 



Vas creciendo, madurando (mentira), aprendiendo. Empiezas a volver a llevar braguitas de algodón cómodas y nada debajo de las medias. Porque sabes que nadie te las va a quitar. Llevas tus vestidos estrambóticos favoritos y tus faldas midi pasadas de moda. No llevas tacones y tampoco sujetador que te oprime las costillas. No te planchas el pelo (no siempre, al menos)... 


Porque llegas a la conclusión que, todo el escaparate, el decorado, ser *objeto*, no debería *ser* cosa de mujeres, de nadie, en realidad, aunque se haya llegado a la certeza que nosotras sí debemos ser para ellos. 


Creo firmemente, y al presente remito los hechos, que no todos los hombres han sido, son, así. 


Pero también me remito a Simone De Beauvoir, cuando decía que todas las mujeres en algún punto somos lesbianas. Porque llegas a detestar tanto ese otro género que solo queda amarte a ti y, por tanto, a tus compañeras.

 Pero *ser* no implica amar de la misma manera que yo pueda amar a otra persona diferente a mi sexo. 


Aprendes a amar de verdad y que te amen bien. 

Sin decirte ‘’con quien hablas’’ o ‘’te vas poner eso, ¿mejor esto otro no?’’ o ‘’yo me voy, tu verás lo que haces’’ o ‘’vete, zorra’’.


Aprendes a amarte de verdad y estar cerca de personas que también saben amar.

Sin trampa ni cartón. 

Igual de intenso, de volcán, de terremoto, pero sin heridos.

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